TRAS LAS ELECCIONES Y LA RESACA GENERAL DE NO ENTENDER SEGÚN QUE ELECCIÓN O NO ELECCIÓN DE OPCIONES POLÍTICAS, OS PUBLICAMOS UN ARTICULO QUE, SUSTENTADO SOLO EN LA CREDIBILIDAD DE UNA WEB DE CORTE CONSPIRANOICO, PUEDE QUE NOS DE LA CLAVE DE CIERTOS COMPORTAMIENTOS QUE NO SOLO SON EXTRAPOLABLE A LAS ELECCIONES POLÍTICAS, SINO QUE ADEMAS PODEMOS TRASLADARLO A OTRAS.
Debes abandonar el
rebaño.
Es urgente.
Y es lo mejor para
todos.
No, no estamos
hablando de echarte a la montaña y alejarte de la civilización ni de
convertirte en un personaje inadaptado y antisocial incapaz de relacionarse con
el resto de la sociedad.
Alejarte del rebaño es
un arduo trabajo psicológico, que implica la recuperación del propio poder y
criterio por encima de la opinión del resto del mundo.
Un acto de extrema
responsabilidad y generosidad, rayando en el heroísmo, pues no te reportará
beneficios sociales, reconocimiento, ni recompensas materiales.
No se trata pues de un
acto de rebeldía adolescente, ni de una pataleta inconformista sin
consecuencias.
Es mucho más profundo:
se trata de dar un salto evolutivo como individuo que favorece el salto
evolutivo de toda la especie humana.
Un ejercicio
enriquecedor pero ingrato, muchas veces solitario y doloroso, pero que todos
debemos emprender sin más dilación.
Y es que
paradójicamente, abandonar el rebaño es la mejor manera de salvar al propio
rebaño de sí mismo.
No te quepa ninguna
duda de ello.
TENEMOS UN PROBLEMA
Y NADIE QUIERE VERLO
La humanidad, como
colectivo, tiene un problema que no quiere afrontar.
Ese problema se puede
ver reflejado, no sólo en nuestro entorno diario, sino en diversos experimentos
psicológicos altamente significativos.
Hablamos de uno de
estos experimentos en el artículo titulado: ¿QUIERES
SABER POR QUÉ LA GENTE SE COMPORTA COMO UN REBAÑO? EL EXPERIMENTO SOLOMON ASCH
En la década de 1950,
el psicólogo polaco Solomon Asch, realizó un estudio sobre los individuos y la
conformidad con las normas del grupo. Los participantes en el experimento se
inscribieron para participar en un experimento de psicología en el que se les
pedía que completaran un test de visión.
Pero básicamente, se
trataba de un engaño.
Lo que Asch pretendía
poner a prueba era hasta qué punto un individuo era capaz de resistir la
presión de la mayoría para que aceptara como verdadero, algo que era obviamente
falso.
En resumidas cuentas,
el experimento consistía en una serie de pruebas visuales de fácil resolución,
en las que se debía determinar la longitud de unos segmentos.
La solución a los
problemas siempre era obvia y la posibilidad de error era prácticamente nula.
Sin embargo, las
personas sometidas a este experimento estaban rodeadas por otras personas, que
ellos creían que eran participantes en el experimento como ellos, pero que en
realidad, actuaban compinchados a las órdenes del psicólogo, conformando un
grupo que actuaba al unísono.
La función de las
personas de este grupo era ofrecer respuestas equivocadas regularmente, para
ver si el participante, al ser preguntado sobre la solución al problema,
decidía concordar con la opinión mayoritaria a pesar de que ésta fuera
obviamente errónea.
El resultado fue que,
al menos una de cada 3 veces, los participantes concordaban con la opinión de
la mayoría, aún sabiendo que daban una respuesta equivocada.
Esto puede parecer algo anecdótico e irrelevante, pero no lo es de ninguna manera.
Esto puede parecer algo anecdótico e irrelevante, pero no lo es de ninguna manera.
Lo que refleja este
experimento es que hay gran cantidad de individuos adultos capaces de aceptar
algo obviamente erróneo, simplemente porque lo dice la mayoría, renunciando a
su propia opinión sin tan solo haber recibido ningún tipo de presión ni
coacción por parte del grupo.
Es decir, los humanos
tendemos a supeditar nuestra capacidad personal de raciocinio, la más
desarrollada de entre todas las especies animales sobre este planeta, a la
opinión errónea de una mayoría, sin ninguna razón, ni beneficio aparente.
Entonces, ¿para qué
necesitamos disponer de un cerebro tan grande, complejo y desarrollado si no lo
vamos a utilizar adecuadamente a la hora de tomar decisiones?
¿Por qué razón la
naturaleza ha empleado tanta energía a nivel evolutivo si a la hora de la verdad
no vamos a hacer caso de los dictados de nuestros eficientes instrumentos
biológicos?
Es un fenómeno que
casi se podría calificar de anti natural.
Un ejemplo
extremadamente grave de lo que nos está sucediendo como especie.
Y si alguien cree que
esta es una afirmación exagerada, hay otro experimento que lo corrobora y que
aún resulta más inquietante que el de Asch.
Hablamos de él en el
artículo titulado: UN
INCREÍBLE ESTUDIO PSICOLÓGICO SOBRE SIMIOS Y HUMANOS QUE HABLA MUY MAL DE
NUESTRA ESPECIE
En el estudio, los
investigadores descubrieron que los niños de tan sólo 2 años de edad tendían a
aceptar e imitar las decisiones de los compañeros que les rodeaban por encima
de los propios juicios o el propio instinto, aún sabiendo que las decisiones de
los demás eran erróneas. Algo parecido a lo expuesto en el experimento de
Solomon Asch.
Lo sangrante de este
estudio es que se realizaba una comparación entre la actitud de los seres
humanos y la de un grupo de chimpancés y orangutanes.
Y el estudio demostró que, los chimpancés y orangutanes, cuando sabían que tomaban la decisión correcta y que el resto del grupo tomaba una decisión errónea, mantenían su propio criterio individual por encima de la decisión mayoritaria.
Y esto nos arroja de
cabeza a hacernos una pregunta desgarradora: ¿Cómo puede ser que un chimpancé o
un orangután, tenga más personalidad que un ser humano?
Los expertos y en
concreto el director del experimento, Daniel Haun, concluyeron que: “La
conformidad es una característica muy básica de la sociabilidad humana que se
muestra desde edades muy tempranas”
Algo que según el
científico: “Sirve para conservar los grupos, ayuda a que los grupos se
coordinen y estabiliza la diversidad cultural, una de las características
distintivas de la especie humana”
De acuerdo, quizás
tenga razón y la conformidad con el grupo sea un instrumento social; pero sin
embargo, los chimpancés o los orangutanes también son capaces de configurar
grupos sociales estructurados, organizados y coordinados. Y como ellos, otros
mamíferos y especies animales.
Mucha gente
argumentará que los niveles de organización social de estos animales no es tan
compleja o elaborada como la de los humanos; pero probablemente se deba a que
su intelecto no se lo permite o a que sus circunstancias no lo exigen.
Por lo tanto, en lo
referente a nuestra negación del criterio individual estamos ante un fenómeno,
a nivel de especie, que se puede calificar de inquietante si nos comparamos con
nuestros parientes más cercanos.
No deja de ser extraño
que seres dotados de un intelecto superior tiendan a renunciar a su uso en
favor de una mayoría, aun cuando ello contribuya a tomar decisiones erróneas
que perjudican, tanto al individuo que renuncia al propio criterio correcto,
como al grupo que sigue un criterio erróneo.
En estos casos, la
conformidad solo conduce al error de toda la comunidad al completo, algo que,
por más vueltas que le damos, no tiene ninguna lógica pues es un desperdicio de
recursos intelectuales y un mecanismo ineficiente y anti evolutivo.
Y eso nos hace pensar
que quizás es el reflejo de un problema y no de una característica como
especie.
Como venimos
denunciando en otros artículos, el Sistema, esa compleja estructura psíquica
creada por nosotros mismos pero que nos está dominando a todos, tiende a
uniformarnos y a eliminar toda representación de individualidad y personalidad
propia diferenciada.
Y estos experimentos
podrían ser un reflejo de ello; algo que nos indicaría que el nivel de
afectación de este problema es mucho más grave de lo que mucha gente quiere
creer, porque nos estaría afectando ya a nivel biológico y evolutivo.
De ser así, podríamos
concluir que ese “ente” llamado Sistema nos impide ser lo que podríamos llegar
a ser como seres humanos.
Un problema que
requeriría de una solución inmediata.
UNA FUENTE
CONSTANTE DE PROBLEMAS
Esta tendencia ciega a
la conformidad con el grupo, actuando por encima de la propia capacidad de
raciocinio individual, es la fuente principal de la que emanan las desgracias
de la humanidad.
Mediante este
mecanismo perverso se puede explicar el por qué de la pervivencia de todas esas
creencias religiosas, supersticiones, mitos absurdos, fanatismos, tradiciones
salvajes e ideologías sin sentido que tanto daño nos han hecho a lo largo de la
historia.
Solo es necesario que
en un punto del tiempo alguien plante la semilla de un mito, por disparatado
que sea y si esa idea es capaz de arraigar en un número suficiente de personas,
mediante las mecánicas de conformidad con el grupo, esa creencia será capaz de
perdurar en la mente de los individuos durante siglos, transmitiéndose
generación tras generación, como si fuera un ser con vida propia que trata de
perpetuarse.
La mayoría de
conceptos que configuran nuestro paquete de creencias está fundamentado en
mentiras que han terminado por ser consideradas verdades intocables por simple
presión grupal.
No es necesario
especificar ejemplos concretos, porque estamos rodeados de ellos.
Todo el mundo es capaz
de hallar por sí mismo un cúmulo de tonterías en las que creemos todos,
simplemente porque la sociedad, el grupo, la mayoría, la masa, nos dice que
debemos hacerlo, aunque nuestra propia razón nos dicte todo lo contrario.
Es algo que debería
avergonzarnos como especie e incluso como seres vivos, porque no tiene ninguna
base lógica y es incluso ridículo.
Y no, no tiene nada
que ver con nuestra evolución cultural como especie, ni es el pilar fundamental
en el que se sustenta la civilización humana.
Esto no tiene nada de
natural.
Que los Rapanui, lo
habitantes de la Isla de Pascua acabaran extinguiéndose por haber talado todos
los árboles de la isla dominados por creencias absurdas no es un ejemplo de
“evolución cultural”, es un ejemplo claro y diáfano de estupidez grupal, de esclavitud
ciega a nuestras propias creaciones abstractas.
Es un caso de
subyugación extrema al Sistema, que en ese caso concreto llevó a la destrucción
de esa comunidad y del propio ecosistema de la isla.
El caso de la cultura
Rapanui es el reflejo de un problema psíquico a nivel global y un ejemplo en
pequeño de lo que puede sucedernos a todos en conjunto si no le ponemos
solución urgentemente.
Si realmente queremos
cambiar las cosas, como individuos debemos combatir esta tendencia a la
conformidad grupal.
Es uno de los primeros
pasos para terminar con el Sistema que nos esclaviza como especie y es algo que
solo puede hacerse a nivel individual, sin crear doctrinas, creencias
estructuradas, grupos o etiquetas que puedan conformar un nuevo cuerpo
abstracto susceptible de convertirse en nueva corriente grupal o mayoritaria.
Entonces no estaríamos
combatiendo al monstruo: solo cambiaríamos parte de su nomenclatura.
SALIR DEL REBAÑO
Y es que lo más
paradójico del caso es que para salvar al rebaño de su caída al abismo, lo
mejor que podemos hacer es salirnos del rebaño.
Pero ¿qué significa
salirse del rebaño?
Como indicábamos al
principio del artículo, salir del rebaño no significa abandonar el mundo y
aislarse de la sociedad.
En realidad se trata
de demostrar la propia independencia individual a los demás y exhibirla si es
necesario.
Y no, no estamos
hablando de llevar peinados raros o ropajes chillones, ni de salir a la calle a
hacer excentricidades.
Básicamente consiste
en empezar a ver la realidad tal y como es, despojándonos de esas ficciones
abstractas que inundan nuestra mente y que distorsionan nuestra visión del
mundo a través de una realidad “aumentada” que solo existe en nuestra psique.
Un largo y duro
proceso que necesita de una serie de pasos:
·El primer
paso, obviamente, es negarnos a obedecer nuestros impulsos de conformidad
con el grupo.
En lugar de dejarnos
arrastrar por la corriente mayoritaria y sus absurdas modas y creencias sin
sentido, debemos darnos un tiempo para escuchar nuestra propia voz y pensar por
nosotros mismos; algo que debemos hacer no solo a nivel racional, sino también
a nivel intuitivo…un proceso largo y tortuoso que cada uno emprende como puede
y que empieza a culminar cuando ya no nos vemos a nosotros mismos como miembros
de un grupo, comunidad o corriente de pensamiento; cuando detestamos ser
clasificados con un número o un código o cuando somos incapaces de aplicarnos a
nosotros mismos una etiqueta que nos clasifique de tal o cual manera.
Cuando nos sintamos
así, significará que hemos dado un paso importante.
Llegados a este punto,
empezaremos a ser conscientes de nuestra individualidad y podremos empezar a
enfrentarnos a uno de los pasos más difíciles: dejar de ver a “los miembros del
rebaño” como a simples borregos.
Ese es el segundo
paso y es extremadamente difícil.
Consiste en dejar de
ver a los demás como miembros de un grupo, una corriente, una comunidad o una
raza. Dejar de aplicar sobre cada individuo una categoría o una etiqueta y
empezar a considerarlo como una pieza única e irrepetible.
Y eso es algo
complicado de conseguir, porque realmente hay muchas personas que no parecen
individuos y que ni tan solo hacen el mínimo esfuerzo por considerarse a si
mismos como tales. Son gente que, dominada por el Sistema, intentan disolverse
a sí mismos en la masa informe y que son capaces de luchar a muerte contra
cualquier individuo libre que les recuerde lo que son en realidad: piezas
únicas.
Luchar contra la
uniformidad que algunas personas tratan de alcanzar y contra la visión de esa
uniformidad que nosotros mismos percibimos en ellos, representa una lucha
titánica que requiere de los mejores sentimientos disponibles.
Algo muy fácil de
decir y muy difícil de conseguir.
-El tercer
paso, es quizás el más peligroso e ingrato.
Consiste en
demostrarle al rebaño que somos independientes y enfrentarnos a las reacciones
airadas del grupo con todas las consecuencias.
Llegados aquí, debemos
saber que el Sistema nos atacará por tierra mar y aire.
Nos chillará a través
de las bocas de nuestros amigos y parejas, nos castigará con miradas de
desprecio a través de los ojos de las personas que nos rodean o tratará de
derrumbar nuestra moral a través de sus risitas burlonas o de sus comentarios
hirientes.
Ese mismo monstruo,
instalado en millones de mentes, utilizará todos sus resortes mecánicos para
atacarnos, sabedor del peligro que representamos para él, utilizando todos los
ojos, lenguas y manos de los que dispone.
Veremos entonces como
las personas se transforman en anticuerpos al servicio de este macroorganismo
psíquico y nuestra “supervivencia” como individuos dependerá en gran medida de
nuestra capacidad de ocultación y adaptación a las circunstancias.
Lo más difícil
alcanzado este estado es no odiar ni despreciar a las personas que nos atacan y
ser capaz de comprender que están siendo utilizados por el software instalado
en sus mentes, de la misma manera que lo es cualquier soldado fanatizado que
lucha a muerte por una ideología, una religión o una patria.
Pero que nadie se
engañe: no odiar ni menospreciar a los que nos ataquen, no significa que al
recibir un golpe debamos poner sumisamente la otra mejilla.
Todo lo contrario.
Y lo repetimos de
nuevo: TODO LO CONTRARIO
NO SE OFRECERÁ
RECOMPENSA
Y llegados aquí, si
estamos dispuestos a realizar este esfuerzo de desprogramación personal y de
lucha por ayudar a los demás a liberarse de sus cadenas mentales, debemos ser
completamente sinceros con nosotros mismos y aceptar la cruda realidad, la dura
situación a la que vamos a enfrentarnos.
Y es que nadie nos ha
otorgado esta misión: somos nosotros mismos los que decidimos emprenderla con
todas las consecuencias.
Eso significa que en
esta lucha no formaremos parte de ninguna organización, de ninguna conspiración
divina, ni seremos enviados de ningún Dios que nos proteja con su aliento
celestial o con una cúpula invisible.
No se hará justicia
por nuestros actos, ni por nuestro sacrificio.
No habrá medallas,
honores, ni reconocimiento, ni golpecitos de aprobación en la espalda.
Ni tan solo una
sonrisa cómplice o un atisbo de comprensión o solidaridad de los demás.
No bajarán ángeles
tocando sus trompetas ni se levantarán escaleras de plata que nos conduzcan al
paraíso al final de nuestros días.
No esperemos un juicio
final donde se nos premie por nuestros esfuerzos.
Aquí no habrá mas juez
supremo que nuestra propia conciencia, ni más premio que la satisfacción
personal del sacrificio anónimo por el bien común. Demostraciones, todas ellas,
del máximo poder que un individuo puede ejercer sobre sí mismo.
Tú decides si quieres
hacerlo o no y tú estableces tu nivel de compromiso con tu causa.
Los más afortunados y
capacitados sabrán cambiar las cosas formando parte del mundo y utilizando los
resortes del propio Sistema en la medida de lo posible.
Otros quizás más
atrevidos, no puedan, no sepan o no quieran emprender este duro camino sin
recibir las embestidas más duras y acabar, en cierta medida, solos y aislados.
Quién sabe: puede que
algunos incluso se sientan solos estando rodeados de multitud de sonrientes
amigos y familiares que nada entienden, ni nada quieren comprender.
Y ahora que sabes que
para salvar al rebaño deberás salir de él y abandonar su calidez…
Ahora que sabes que no
recibirás recompensa ni te espera un paraíso por tu sacrificio…
¿Aún quieres emprender
la lucha?