miércoles, 31 de marzo de 2010

En Transportes Urbanos de Sevilla se volatilizan diez kilos y no pasa nada


Diez millones de euros volatilizados de la noche a la mañana.
Es lo que se desprende de las informaciones publicadas sobre Tussam, tras el consejo de administración celebrado ayer, en el que se aprobaron sus cuentas de 2009.
Hemos estado escuchando hasta la saciedad durante las pasadas semanas, por boca de Gutiérrez, Arizaga y cuantos se han lanzado a la plaza pública a vociferar la tragedia, que la deuda acumulada de Tussam rozaba los 120 millones de euros.
Y digo yo que diez kilos no se gastan a sí como así, luego algo de fondo debe estar fallando. Algo que endeuda a la empresa de manera más que sospechosa y a una velocidad de vértigo, conduciéndola irremisiblemente a la más absoluta de las ruinas. Alguien, en la orilla del río revuelto, aguarda paciente la ganancia del pescador avezado.
La auditoría también pone al descubierto “desequilibrios financieros” que rondan los 89 millones y una nueva pérdida de viajeros, la enésima, de dos millones durante el ejercicio pasado. Arizaga, el de los viajeros no importan y esa revolucionaria manera suya de gestionar lo que no le pertenece, se está cubriendo de gloria. Todavía no alcanzo a entender cómo aquí a nadie se le ha ocurrido pedir la intervención urgente del Tribunal de cuentas. Porque esto, ya no es que huela mal, simplemente huele a podrido que apesta.
Hasta Ignacio Flores, representante del Partido Popular en el consejo, ha tenido que saltar a la palestra y denunciar que la empresa, a pesar de la sangría permanente de viajeros, continúa sin modificar las líneas y la oferta de autobuses, intocables desde principios de la década de los noventa, a pesar de las sucesivas transformaciones que ha sufrido la ciudad. Esa parálisis suicida en el orden técnico está arrastrando a la empresa hacia un callejón sin salida.
También ha señalado que el ayuntamiento lleva ya años sin transferir a Tussam las cantidades a las que está obligado estatutariamente. Si a esto se le añade que el Metrocentro ha sido cargado en su integridad a las paupérrimas arcas de Tussam, no hace falta ser ningún adivino para averiguar el repentino engorde de las deudas de la empresa.
El diario 20 Minutos publica hoy en su edición de Sevilla que, según la empresa, cada día 1.200 usuarios del tranvía viajan by the face, lo que supone unas pérdidas entre los 270.000 y los 540.000 euros anuales.
Dichas cifras, según 20 Minutos, no concuerdan ni de coña con las que ofrecen los propios supervisores del Metrocentro, que afirman que “pillan al día unos veinte viajeros sin tique”. ¿Inventándonos otra nueva oleada de ficción para justificar nuevas pérdidas?
Súmesele a esto los que utilizan los “bonobuses sociales” sin cargo alguno para sus bolsillos y se obtendrá una cifra que producirá verdaderos escalofríos.
En paralelo, a los siete compañeros a los que correspondía ahora renovar el contrato se les ha llamado para anunciarles que como máximo les renovarán quince días y después al paro. Y ellos, los mandamases, sin desvelar todavía cuánto se van a reducir sus salarios de presidentes de gobierno. Hay que tenerla dura.
Y mientras el escándalo toma magnitudes desproporcionadas a media que transcurre el tiempo, Guillermo Gutiérrez y sus adláteres continúan alimentando la cortina de humo diseñada a ocultar lo inconveniente, lo que no conviene que se sepa de ninguna manera.
Es más, existe un más que sospechoso ejército de comentaristas anónimos que, a falta de mejor cosa que hacer, se dedica a recorrer los diarios y blogs que publican cualquier noticia sobre Tussam para infectar los comentarios con el siempre monocorde discurso de “privatización” y “todos a la calle”, en total concordancia con esta dirección que cada vez se queda más sola. ¿Huestes agradecidas de Atila justificando el sustento recibido por su actitud de pesebre? Seguramente.
Incluso este blog tiene ya su troll particular perteneciente a dicho ejército fantasmal de estómagos agradecidos. Sólo que aquí no tendrá voz, por la sencilla razón de que al sueño de este espacio no le da la real gana.