En el Siglo XVIII, específicamente en el año 1792 , durante los tiempos de Asamblea Constituyente en plena Francia Revolucionaria, los militares y funcionarios estaban divididos e dos bandos distintos.
Estaban los Girondinos, que tenían la intención de restaurar el poder de la monarquía y los valores legales tradicionales; y por otro lado estaban los Jacobinos, que pugnaban por un estado revolucionario al grito de “libertad, igualdad y fraternidad”.
Casualmente quienes se sentaron a la derecha del presidente fueron los Girondinos, mientras que a la izquierda se encontraban los Jacobinos, y en el centro, un grupo imparcial que levó el nombre de “Llano” o “Marsima”. Lo que hoy en día se conoce como los del “Centro”.
Los Girondinos estaban conformados por empresarios y comerciantes que llegaban desde el sur del país y contaban con el apoyo político de todas las provincias que creían conveniente sostener la corona, aunque limitando sus decisiones. Los pobres no podían votar ya que no pagaban impuestos y no tenían representación alguna en la economía del país.
Con esta plataforma, teniendo la mayoría en la Asamblea, se hicieron con el poder hacia fines de 1791. Así fue como se sancionó la primera constitución, donde se proponía la figura de una monarquía parlamentaria. Se continuaba con límites bien definidos y los integrantes del Parlamento eran elegidos exclusivamente por las clases pudientes.
La situación estalló al año siguiente. Los Jacobinos, aunados con la clase trabajadora (conocida como Sans Culottes) tomaron el poder a la fuerza de guillotina y fuego. Bajo el régimen jocobino rodaron las cabezas de Luis XVI, su esposa María Antonieta, sacerdotes y cientos de nobles. Todo París presenció las ejecuciones.
Este régimen se extendió por casi dos años. La izquierda, luego de este período de excesos de poder, quedó catalogada por algunos como “asesina, violenta y autoritaria”. Este período fue llamado por muchos historiadores como “el reinado del terror”.
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